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LA ROTONDA DE LA BANDERA​

Don Perplejo y don Alucinado platicaban en la acera de una céntrica calle. A su izquierda hay un cruce con una rotonda en la que en el centro había plantado un mástil de unos 25 metros de alto enarbolando una gran bandera nacional. A sus espaldas, un edificio administrativo, no muy alto, de color gris con la entrada acristalada y ventanas estrechas de dos metros de altura.
Don Alucinado decía a su amigo que llevaba desde las 9 de la mañana haciendo colas para pedir las ayudas que han mandado los fondos europeos y que, por fin, había terminado el papeleo.
–Enhorabuena. ¿Y cómo ve el asunto?
— Ya veremos –repuso el informático mientras se estiraba los pelos de la barba hacia abajo.
— Digo yo que algo pillará. ¿Va usted para la oficina?
–No, he quedado con Manuela para ir de rebajas que estoy fatal de calzoncillos, y lo que caiga. ¿Y usted qué planes tiene para rematar la mañana?
–Ir al veterinario con Viruta que esta chunguilla.
–¡Ahí va!-, ¿Qué le pasa?…
–Tiene vómitos, lleva un par de días que no come y se tira unos follones súper pestosos, de los peores que le olido –dijo el técnico poniendo cara de asco mientras se tapaba con la manos la nariz y la boca.
Se acercó a ellos una chica bajita con pequeños recogidos en el pelo sujetos con gomas de color morado. Llevaba puesto un chaleco con el logo de una ONG y una carpeta en las manos sobre la que había una tablet…
–Buenos días, ¿tenéis unos minutos para que os cuente algo importante?
Los amigos se miraron. Pasados unos segundos don Alucinado salió al paso.
–Si son pocos, puede usted explicarse.
–Estoy informando del trabajo que hace una organización con los más desfavorecidos y necesita la colaboración de la gente con una pequeña suscripción mensual para seguir con su labor. La chica encendió la tablet y en la pantalla apareció un video donde la ONG promocionaba su labor con imágenes de niños sentados en los pupitres de un aula cantando y, unos segundos después, un comedor lleno de niños comiendo…
— Me parece bien la labor que hacen pero a mí – dijo don Perplejo mientras cruzaba los brazos- detrás de estas sensibles imágenes puede haber un negocio en los que unos se lo están metiendo doblado en el bolsillo y otros más comprometidos son los que ponen el trabajo.
La chica rápidamente abrió la carpeta y les mostro unos recortes de prensa…
–No digo yo que en alguna ONG se haya producido algún desfalco, aquí podéis ver los informes de dos empresas de prestigio que hacen estudios sobre la transparencia financiera de las ONG donde se ve que la que yo represento aparece entre las primeras en transparencia.
–Y digo yo –repuso don Alucinado-, y si después de alimentar, vacunar, etcétera, acaban como niños soldados, esclavas sexuales o más tarde se juegan la vida en una patera para emigrar.
— No seas tan dramático-repuso la chica- también hay escuelas taller donde se les enseña a los jóvenes varios oficios para que puedan salir adelante…
De pronto, apareció un grupo de turistas chinos encabezados por una señora vestida con un traje de color azul con un brazo levantado llevando en la mano un abanico abierto de color naranja. Pasaron rodeándolos en silencio y sin apenas molestar.
–No le diga eso a la señorita –dijo don Perplejo -, le está dejando el cuerpo peor que a un gorrión con vértigo a la altura. Creo que lo que este hombre dice es que deberían unirse varias ONG para hacer algo más potente.
–De eso que usted dice, desconozco el tema como va -comento la chica mirando fijamente a su contertulio mientras bamboleaba el bolígrafo entre el dedo índice y corazón.
— No se enfade usted, esto es hablar por hablar –continuó el técnico-. El problema está en la alta natalidad de estos países y que se podría solucionar, en parte, con planes de esterilidad tanto de hombres como mujeres después de tener tres o cuatro hijos.
–En parte estoy de acuerdo con lo que dice –repuso la chica mientras apagaba la tablet-, pero en estos países los hijos son un activo para la economía familiar…
–Vale, también hay niños huérfanos que pueden adoptarlos y las ONG necesitarían menos recursos.
Sonó el teléfono de don Alucinado, lo sacó del bolsillo y se apartó a un lado para contestar… a los pocos segundos volvió a acercarse.
– Lo siento me tengo que ir, Manuela me está esperando. Mire señorita yo no quiero subscribirme. ¿Y usted qué dice amigo?
-¿Yo? – encogió los hombros-, este asunto lo tengo que someter al comité familiar. Supongo que la ONG tendrá una web donde poder subscribirse.
La chica asintió con la cabeza, y viendo que no había nada que hacer se despidió.
–Que tengan un buen día- y se fue.
Ambos amigos se despidieron chocándose los codos mientras el informático decía:
–Usted se imagina que los funcionarios donaran una de las pagas extras para ayudar a los que lo están pasando mal en este país con esta crisis que tenemos encima.
— ¡No caerá la breva! –Exclamo el técnico dando una carcajada-. Bueno, que se compre usted unos calzoncillos sexis.
–Seguro que sí, los va a escoger mi mujer. Y que lo de viruta no sea nada.
.–Eso espero
Y cada cual siguió su camino.

¿Y usted que opina sobre el tema tratado en este relato? Puede dejar su opinión en el formulario de comentarios.

2 respuestas

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