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RELATO: LOS PIRATAS DE LOS COTENEDORES MÁGICOS

Los toques con una llave en el cristal de la puerta sacaron a don Perplejo de su concentración. Estaba encolando una silla de estilo isabelino mientras escuchaba el vinilo del “viaje al centro de la tierra” de Rick Walkeman.
Se acercó al equipo para bajar el volumen y fue a abrir…
–¡Don Alucinado!, qué alegría verle por el taller -saludo el técnico, mientras ofrecía la mano con gesto amistoso.
–Buenas tardes, la alegría es reciproca -respondió, mientras estrechaba con fuerza la mano de su amigo-… Vengo a hacerle una consulta.
–Adelante, pase y tome asiento.
Los dos amigos se sentaron en unos altos taburetes de madera junto a un alargado banco de trabajo.
–¿Usted dirá?  -dijo el técnico-, con los brazos cruzados sobre el banco.
El gesto de don Alucinado cambio, poniendo cara de preocupación.
–La cisterna del retrete de mi casa me tiene agobiado. Pierde agua y el ruido que hace no me deja dormir. ¡Ya ve usted el plan que tengo!… Vengo a que me diga cómo puedo solucionar el problema.
Don Perplejo dibujo una sonrisa en su rostro; sin mediar palabra se levantó para ir a una pequeña nevera y, mientras la abría, pregunto:
–¿Quiere tomar algo?, ¿un refresco, una cerveza?
–Prefiero un refresco-dijo, mientras se quitaba el bolso en bandolera donde llevaba el portátil-…  ¿Es el viaje al centro de la tierra, lo que está sonando?

–Sí, -respondió, mientras se sentaba y ponía la lata en la mesa junto al informático– es el vinilo original de 1974 del concierto que dio Rick Walkeman con la sinfónica de Londres.
–Gracias, -dijo, mientras abría la lata-. Hacía tiempo que no escuchaba esa joya.
Don Perplejo dio un largo trago al refresco limpiándose a continuación los labios con la manga de la bata mientras se le escapaba un pequeño eructo. Se levantó para ir a dar la vuelta al LP, y puso la aguja con suavidad sobre el disco.
–Bueno, vamos con la cuestión que le ha traído por aquí –comento el técnico, sentándose en el taburete-. La fuga aparece cuando descarga el tanque o se produce unos minutos después de que se vacíe. Eso le va a dar la clave de que mecanismo es el que esta averiado.
–Después de pulsar y soltar toda el agua aparece un hilillo que no cesa, –respondió.
–Eso es que tiene la junta del mecanismo que descarga estropeada y deja escapar el agua –concluyo el técnico.
–¿Y qué arreglo tiene? –pregunto el informático, mientras rodaba la lata de refresco por la frente.
–Tiene que cambiar la junta, si la encuentra, o el mecanismo completo.
–¿Y es fácil de reparar? –pregunto con el rostro compungido, mientras se metía las manos en los bolsillos del pantalón.
–Es complicado de explicar sin ver lo que tiene usted puesto en la cisterna; más que indicarle las maniobras que tiene que hacer, le voy a recomendar una web que tiene videos y artículos donde se explica con detalle cómo solucionar estas averías.
–¿Y cómo se llama? –pregunto el informático mientras sacaba el móvil de uno de los bolsillos de su pantalón.
-Apunte, bricolajedecabecera.es
–¿bricolaje con jota?
–Creo que sí…
–Muchas gracias. Ya le contare como me ha ido –dijo, con el rostro aliviado.
Dio el último trago al refresco…-¿dónde tiro la lata?
–Bótela ahí –dijo, mientras señalaba una caja de madera.
Don Alucinado se acercó hasta una caja donde había residuos de varios materiales y soltó la lata.
–¿Es que usted no separa los materiales para reciclar?
–No,-dijo el técnico- mientras revisaba la zona de la silla que estaba reparando.
–¡No me fastidie!, no me esperaba eso de usted.
Don Perplejo miro a su amigo con  cara de sorpresa.
–Ya pagamos en el recibo de la basura una tasa para su reciclaje, además, -añadió- pienso que con esto de reciclar hay montado un negocio en el que a los ciudadanos nos utilizan como pardillos.
–Anda ya, ve usted conspiraciones por todas partes.
–¡Conspiraciones!. Mire amigo las empresas que ganan más dinero, como bien sabe, son las que invierten más en publicidad. Y la que se dedica a estos menesteres del reciclaje aparece hasta en la sopa.
–Pero eso es bueno –dijo el informático-, cuanto más se transmita la conciencia por reciclar, mejor. Y ese dinero que gana después se invierte en reciclar más y mejor. ¿No cree?
–¿Y usted pondría la mano en el fuego por eso que acaba de decir?
Don alucinado quedo unos instantes en silencio mientras se frotaba los ojos con las manos.
–La verdad es que por las cosas de los políticos, no pondría ni los pelillos de las piernas.
–Vera amigo –comento don Perplejo-  yo cuando echo los envases: latas, botellas o el bote del champú en los contenedores de reciclaje siento una sensación parecida a cuando voy al dentista.
–La de los pinchazos –dijo el informático, mientras se le escapaba una carcajada.
–No, la de que me están estafando –concluyo, mientras daba un golpe con el puño en la mesa, y añadió-. Mire, cuando usted pide los embutidos se los dan en un recipiente de plástico, que el comerciante tiene que comprar y, por supuesto, carga al precio del producto. Después, los buenos ciudadanos lo echamos gratis para su reciclaje.
–Cierto es que hay países en los que comercios te dan unos céntimos por los envases que les llevas  –apostilló don Alucinado- y curiosamente son los que más reciclan.
–Sí, hay que reciclar. Pero que quiere que le diga, veo una contradicción en el proceso: a mayor información y medios para facilitar el reciclaje de los residuos, resulta que actualmente es cuando más envases acumulamos en la basura en vez de utilizar medidas más sensatas como eliminarlos o utilizar métodos menos contaminantes. Para mí eso es reciclar.
El teléfono de baquelita de color verde que estaba en una pared de taller empezó a sonar con unos timbrazos roncos.
–Me disculpe, – el técnico se dirigió a él y lo descolgó.
Mientras escuchaba al cliente y tomaba notas en su diario, don Alucinado saco del bolsillo su móvil y se puso a manipularlo. De fondo sonaba el disco con la voz del locutor narrando pasajes de la novela de Julio Verme.
Al cabo de unos minutos, colgó el teléfono y fue a echarle un vistazo a la silla que estaba arreglando.
–Tal como lo cuenta parece que los consumidores estamos regalando el dinero –dijo el informático, mientras apagaba su móvil y se lo guardaba-. Si pagarán por los envases la gente se animaría más en reciclar. Y además, se podría crear una economía de subsistencia para algunas personas que dejaría las calles limpias de envases.
–Usted lo ha expresado perfectamente –dijo el técnico, abriendo los brazos al tiempo que se dibujaba una sonrisa en su rostro-. Nos obligan a generar más basura y nos venden la idea de que tenemos que reciclar para que a algunos –hizo el signo de las comillas – no se le acabe el chollo.
Los dos amigos quedaron en silencio un largo rato, al tiempo que el disco se terminó. En ese momento los dos desviaron su mirada hacia el equipo, mirando como el brazo del tocadiscos se levantaba para desplazarse hacia su soporte.
–Mire don Perplejo -interrumpió el informático- me parecen buenos sus argumentos, pero yo seguiré reciclando. Le voy a dejar tengo que ir a ver un cliente con el que he quedado.
–Me parece bien. Que tenga buena tarde.
–¡Ah!, muchas gracias por la información de cómo arreglar la cisterna y por el refresco –dijo mientras abría la puerta del taller para irse.
–De nada, aquí estoy para lo que le haga falta. Adiós.

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