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RELATO: CARAMELOS DE COLORES

Don Perplejo está fijando en la pared de la terraza de un ático los cables para poner un enchufe de superficie. Es una tarde soleada de primavera y los rayos del sol penetran como haces de luz por las aberturas que tiene el toldo que la cubre. De vez en cuando, se detiene para mirar y oler las flores que hay en unas macetas bien cuidadas con hiervas aromáticas, geranios y rosales. Por los auriculares que lleva puestos suena una recopilación de conciertos para violín de Bah. Abajo se extiende la ciudad con el fondo de unas montañas en las que todavía quedaba nieve en algunas de sus cumbres. El bullicio del tráfico es lo único que desentonaba este buen ambiente.
Era ya media tarde cuando termino el trabajo; recogió los tractos y se despidió de la señora…
–Que buena mano tiene usted para las plantas -dijo el técnico mientras caminaba por el pasillo.
–Pues es solo cariño y agua – concluyo la mujer.
Tomo el ascensor para bajar de la décima planta. Mientras descendía se saco de un bolsillo del pantalón un caramelo de miel con limón, le quito el envoltorio trasparente y se lo echo a la boca… Pasando por el quinto piso le vinieron a la cabeza los olores que desprendían las macetas poniendo una mueca de gusto en su rostro mientras daba un suspiro. Por fin, Aterrizó en la planta baja y salió del edificio para ir en busca de la moto. Caminaba por una amplia acera detrás de dos mujeres que llevaban uno cochecito de bebe cada una. Al rebasarlas percibió, unos metros más adelante, la figura de una persona conocida que caminaba hacia él.
–Ese que viene es don Alucinado – pensó.
El informático llevaba una camiseta color mostaza con un estampado en negro del rostro de Feliz el gato. Al poco, se juntaron.
–¡Ahí va! que alegría encontrármelo don Perplejo -exclamo don Alucinado con los brazos abiertos .
Se dieron un corto abrazo  y se preguntaron por sus respectivas familias.
–¿Está usted trabajando?- dijo al ver al técnico con la bolsa con ruedas de las herramientas.
–Ya he terminado el curro por hoy. ¿Y usted va a ver algún cliente?
–No. Vengo de una tutoría del colegio de Guille.
–¿No será por una travesura que ha hecho el niño? –pregunto el técnico con algo de guasa.
–No, por algo más chungo -concluyo don Alucinado con con cara de preocupación.
–Le Invito a una cerveza – dijo el técnico
–La verdad es que tengo tarea que hacer, pero estoy de una mala hostia… Le acepto la invitación.
Entraron en una calle sorteando las mesas de las terrazas hasta llegar a una pequeña plaza con naranjos a ambos lados en la que se mezclaban el olor del azahar con el de fritanga que salía de un bar. Se sentaron en la mesa de una terraza en la que todavía quedan restos de la última consumición.
–Si no es mucho preguntar, ¿qué le pasa a Guille?
–Pues que unos compañeros del colegio lo están acosando –se quitó la gorra y se froto la cabeza con una mano.
–¡No me toque las narices!- dijo el técnico echándose sobre el respaldo la silla-. ¿Y sabe que compañeros son?
–Pues de eso venía. He estado hablando con su profesora y me ha dicho que no me preocupe: “son cosas de los niños”.
–Quizás tenga razón y no haya que preocuparse demasiado. Ya sabes cómo son los niños de ahora.
–Que quiere que le diga, hay mucho hijo de su madre suelto por ahí -respiró hondo mientras se ponía las manos sobre los muslos-. Usted conoce a Guille y sabe que es un niño noble que no tiene maldad. Pues le ha cambiado el carácter, está más introvertido, no duerme bien y le cuesta levantarse para ir al colegio.
–¿Y el crio ha dicho algo sobre que le está pasando?- pregunto el don Perplejo
–Su madre ha intentado hablar con él, pero se cierra en banda y no suelta…
El camarero se acercó a la mesa, saludo y pregunto que iban a tomar mientras recogía la vajilla y le daba unas pasadas a la mesa con el trapo.
–Dos tubos de cerveza –dijo el técnico al camarero mirando a su amigo para que le diera su conformidad…
–Sabe la impresión que me ha dado al hablar con la profesora –dijo el informático clavando los codos en la mesa cogiéndose las manos- es que se pasan la pelota unos a otros y no quieren asumir su responsabilidad… Si los profesores fueran unos profesionales de la educación el acoso escolar debería ser un problema bastante controlado.
Sonó el móvil de don Alucinado, lo miro para a pagarlo seguidamente. Durante unos instantes permanecieron en silencio con la vista perdida.
Llegó el camarero, puso en la mesa las cervezas y, de tapa, un plato de carne en salsa con dos trozos de pan . Ambos le dieron un trago a la cerveza…
–Estoy de acuerdo con eso último que ha dicho –repuso el técnico echándose sobre el respaldo de la silla-. Un profesional de la educación no solo debe encargarse de la formación de los alumnos también de que exista una buena armonía entre ellos. Su obligación es saber que niños son débiles y cuáles van de chulitos o matones para prevenir las situaciones de acoso.
Don Alucinado le estaba pegando un buen asalto a la carne en salsa mientras escuchaba a su amigo.
–Imagino que controlaran a los niños –dijo después de darle un trago a la cerveza para que le bajara el último bocado-. Pero con mi hijo no lo están haciendo bien. Y mire que le diga, me estoy planteando denunciar al centro si la situación no mejora.
–¡Denunciar! -exclamo el técnico mientras trataba de pinchar con el palillo un trozo de carne-. Meterle mano a un centro es más difícil que ver a un gitano rumano con un paraguas un día de lluvia; igual le cogen manía y tiene que cambiarlo de colegio.
Don Alucinado puso ambas manos en la parte posterior de la cabeza, inclino la espalda sobre el respaldo de la silla con un gesto de impotencia.
–Ande, no se preocupe –cogió el brazo de su amigo para sacarlo del momento de angustia-. Vera usted como la cosa se arregla. Averigüe que niños lo acosan y vaya hablar con sus padres.
–Es que esta situación tenían que haberla controlado su profesora, que es la que trata todos los días con el niño. ¿Se supone que debe conocerlos?, y no haber llegado a este extremo.
Quedaron en silencio mientras le daban unos tragos a la cerveza
–Yo pienso -apostillo don Perplejo- que un buen profesor se recuerda toda la vida y sus alumnos son los que menos fracaso y acoso tienen. Si hubiera más profesores como estos, el problema del que estamos hablando disminuiría notablemente.
Bueno , vamos a dejar el tema por hoy que nos estamos poniendo más dramáticos que los anuncios de las alarmas para el hogar –concluyo don Alucinado dibujando una sonrisa.
–Mejor será. ¿Quiere usted otra cerveza?…
–Venga, la última –respondió-, de todas maneras no me voy a poder concentrar en el trabajo.
El técnico hizo una señal al camarero para que viniera.
–¿Y este año el atlético se clasificara para la liga de campeones? –comento el técnico.
–Eso espero. Si no meten la pata a última hora la liga la tienen en el bolsillo.

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